jueves, 4 de noviembre de 2010

HISTORIA DE LA PSICOLOGIA SOCIAL MODERNA; La Psicología Social como Crítica

Universitaria: MARIEL SILVANA NAVIA RUIZ
Les dejo el enlace para que puedan consultarlo: http://apsic.blogspot.com/2005/09/desarrollo-de-la-psicologa-social.html
El cual nos habla de la “NATURALEZA DE LA PSICOLOGIA SOCIAL” es re interesante, espero lo lean.
HISTORIA DE LA PSICOLOGIA SOCIAL MODERNA
Desarrollo de la Psicología Social
“La Psicología tiene un largo pasado pero una breve historia”.

Podríamos hablar que en sus inicios, los antecedentes de la Psicología Social se encuentran en la antigua Grecia en donde podemos encontrar dos ramas: Un enfoque centrado en lo social (Platón) y un enfoque centrado en el individuo (Aristóteles).

Actualmente, como disciplina, se considera su inicio al final del siglo XIX, pues existía la Völkerpychologic (psicología de los pueblos), la psicología de masa y también la psicología social (individuos en la sociedad).

La Psicología Social ha sido moldeada por los acontecimientos mundiales, las corrientes políticas y los asuntos sociales.

En 1908 se publicaron dos textos de Psicología Social:

“Psicología Social” por Ross, quien afirmó que la conducta social era causada por imitación o sugestión.

“Psicología Social” por McDougall, quien explicaba que gran parte del comportamiento humano era el resultado de instintos, buena parte de la conducta social, tenía una motivación interna.

En 1930 se convirtió en una época de medición y estudios de las funciones de las actitudes. Se inició la investigación sobre:

- Los procesos grupales
- Influencias sociales
- Actitudes
- Estereotipos
- Prejuicios y relaciones intergrupales
- Liderazgo
- Motivación
…Y otros.

En 1934, con la Gran Depresión, se fundó el primer Instituto de sondeos de opinión pública.

En 1936 se fundó la Sociedad para el Estudio Psicológico de Temas Sociales.La Psicología Social empezó a contemplar la investigación no solo como estudio de fenómenos separados, sino como forma de poner a prueba teorías generales, sobre el comportamiento de las personas. Aquí la Psicología Social entró en su etapa moderna.

La Segunda Guerra Mundial fue también un estímulo para la creación de un Programa de Investigación de la Comunicación de Yale y además un hito histórico en el desarrollo de la Psicología Social.

En la década de 1950, las atrocidades de la guerra generaron preocupaciones sobre el grado de que la gente obedecería las órdenes y se plegaría a los esquemas de grupo. Los Psicólogos Sociales iniciaron estudios sobre la “conformidad y obediencia”.

También se lanzaron a la realización que se manipulaban ambientes sociales coyunturales en condiciones de laboratorio.La Guerra Fría concentró la atención en los temas de los conflictos y su solución.

En 1957 Festinger publicó su libro y teoría “La Disonancia Cognoscitiva” que presentaba una teoría de cambio de actitud en la cual las personas tienen necesidad de mantener consistencia psicológica entre sus cogniciones.

En la década de 1960-70 tuvo lugar lo que se llamo “Revolución Cognitiva”, en donde encontramos a la Psicología Social cada vez mas interesada en la forma en que el individuo percibe he interpreta los hechos sociales.

En 1980 los psicólogos sociales adoptan directamente ideas y datos de la Psicología Cognitiva para explicar la percepción social.

En 1980 ocurre un cambio en la investigación de la Psicología Social, se produce un interés por la forma que percibimos y procesamos la información social. La postura cognitiva muestra que las personas no son “peones pasivos” sino que organizan e interpretan los acontecimientos.
Desde algunos años, varios investigadores defendieron la necesidad de estudiar la influencia de la cultura en el comportamiento social.

En 1990 se publicaron diferentes textos dedicados al papel, la cultura en la conducta social y se ampliaron sus horizontes para abarcar otros temas sociales importantes.La Psicología Social no es un campo impulsado únicamente por los temas sociales actuales, pero es importante reconocer que durante su historia ha estado dispuesta a aplicar sus teorías y método para comprender mejor los problemas sociales apremiantes del momento.
¨Lo que plantea Iniguez – Rueda es muy importante e interesante para que nosotros lo tomemos en cuanto y nos ayude a conocer y ah ampliar nuestros conocimietos acerca de lo que significa la teoría “Psicología social como Crítica”, les dejo el enlace para que puedan revisarlo.¨
Revista Interamericana de Psicologia/Interamerican Journal of Psychology - 2003, Vol. 37, Num. 2 pp. 221-238

La Psicología Social como Crítica:
Continuismo, Estabilidad y Efervescencias
Tres Décadas después de la “Crisis”
Lupicinio Íñiguez-Rueda1 2
Universitat Autónoma de Barcelona, Barcelona, España
 “La Psicología social no ha tenido ciertamente éxito en crear una revolución intelectual en el sentido de  afectar profundamente nuestra visión de la naturaleza humana como, por ejemplo, Freud y Piaget lo han hecho para la psicología individual.”
No es de extrañar. Tras dos décadas de permanente ebullición en el conjunto de las ciencias sociales, con la emergencia del post-estructuralismo, el surgimiento del zeitgeist post-moderno, o las arriesgadas apuestas para responder adecuadamente a los retos de la sociedad postindustrial, a la globalización o a la sociedad de la información, en la Psicología social podemos seguir encontrando intereses como los que están detrás de trabajos de cortas miras, recopilatorios de datos y resultados de una investigación rutinizada como la que los que se pueden leer en las “grandes” y consolidadas revistas de Psicología social. Trabajos titulados “El manejo de los valores ausentes (missing) en los modelos de trayectoria para opiniones o actitudes”;

“Acondicionamiento evaluativo observacional de un elemento estimular establecido”; “El impacto de las categorizaciones superpuestas diferencialmente valoradas sobre la diferenciación entre grupos sociales evaluados positiva, negativa o neutralmente”; “¿La dilución de efectos: sesgo de juicio, convención conversacional o un poco de los dos?”, por poner algunos ejemplos, inundan revistas como European Journal of Experimental Social Psychology, Personality and Social Psychology Bulletin o Journal of Experimental Social Psychology. Así pues, es fácil convenir con Gergen (1996) en que: “La investigación experimental está ahora tan alejada de las preocupaciones centrales de la sociedad, y sus deliberaciones intelectuales tan aisladas de los diálogos actuales de las ciencias sociales, que el campo está en peligro de convertirse en una curiosidad de anticuario.” La interrogación sobre los efectos de la “crisis de la Psicología social” resulta casi inevitable. Así pues, en este artículo se repasaran las características básicas de la misma, se ofrecerá un diagnóstico de la situación actual de la Psicología social, se indagará en sus raíces buscando nuevos apoyos para otra forma de entender y, finalmente, se ofrecerá una descripción tentativa de una forma crítica de entender la Psicología social.

La “Crisis” de la Psicología Social: ¿Crisis? ¿Qué Crisis?

Si seguimos la cronología que ofrece Ibáñez (1990), se han cumplido 35 años del inicio de lA “crisis de la Psicología social”. Para algunos y algunas, una moda, para otros y otras, un mal pasajero, y para algunos y algunas más, un importante punto de inflexión en la historia de la Psicología social. Los medios de comunicación especializados llenaron sus páginas durante años con un debate profundo sobre las características, el alcance, los límites y las condiciones de posibilidad de “nuestra disciplina”. Efectivamente, la “crisis” fue sobre todo un espacio en el que se debatía intensamente sobre el qué, el cómo y el para qué de la Psicología social. La vivencia, la implicación, el interés de cada quién que intervino en este debate, era muy distinto. En unos casos se resaltaba la falta de coherencia de la disciplina, en otros se ponía en cuestión la Psicología social misma, en otros se planteaba la necesidad de dar un vuelco sustancial a las prácticas científicas. En fin, muchas aportaciones que en su acción lograron definir un espacio-tiempo para la reflexión y el debate, y para la definición de algunas líneas de salida que reunían un aparentemente amplio consenso.
Tomás Ibáñez (1990) explicitó como nadie las antecedentes de la crisis, su cronología, sus raíces y sus dimensiones. Según él, hubo factores tanto internos como externos que explicarían su emergencia y evolución. Entre los externos destaca las fracturas sociales que se produjeron en los sesenta (los movimientos contestatarios, la ‘crisis de valores’, los cambios en la estructura productiva mundial, etc. ) pero, sobre todo, el debate y la crítica a los modelos dominantes en ciencias sociales. En efecto, los principios más sólidamente aceptados que sustentaban también la acción de la psicología social se derrumbaban y emergían nuevas concepciones de la ciencia y de la producción de conocimiento que no podían dejar impasible a la psicología social. Según Ibáñez (1990), “Es pues en este contexto general de ‘crisis’ en nivel social, de crisis en el seno de las disciplinas vecinas, y de transformación de un paradigma científico fundamental, donde se conforma la crisis de la psicología social.”

Entre las internas cabe destacar el carácter complejo e impreciso de la Psicología social y la rutinización de la investigación experimental que favorecían una mayor atención a las cuestiones metateóricas, epistemológicas y metodológicas. En efecto, “El conocimiento producido a partir de la experimentación sobre los objetos sociales presentaba (...) una serie de características bastante incómodas. Una primera característica consistía en que el saber producido por la psicología social parecía carecer de propiedades acumulativas. (...) Una segunda característica consistía en que las teorías psicosociológicas se presentaban, en gran medida, como teorías inconmensurables. (...) Por fin, una tercera característica consistía en que las teorías psicosociales no reunían las propiedades necesarias para ser refutables.
En efecto, la suma de hipótesis auxiliares que deben intervenir en una experimentación, y en la operacionalización de las variables, es demasiado elevada para que se pueda saber dónde radica el fallo cuando los datos obtenidos no concuerdan con las hipótesis. Como vemos, la psicología social tenía motivos más que suficientes para prestar oídos a las voces críticas.
Tras este período de debate, un cierto optimismo se adueñó de la Psicología social, basado en la esperanza de una nueva forma de entenderla y practicarla. Sin embargo, años después, los mismos problemas parecen haber aparecido, sobretodo en la Psicología social europea y norteamericana. Se puede afirmar sin rodeos ahora es que la “discursivización” de la crisis ha tenido un efecto cosificador y paralizante. En efecto, una vez aprehendida por la “historia de la disciplina” y relatada con mayor o menor exactitud, pero hasta el paroxismo, en todos los manuales e historias de la Psicología social, la consecuencia ha sido su reificación por haber quedado aprehendida en una trama discursiva de carácter historiográfico.

Así pues, “la crisis” ha dejado de ser un proceso interno de la Psicología social en paralelo con procesos equivalentes en otras disciplinas de las ciencias sociales, para convertirse en un acontecimiento puntual, datable, el cual se maneja de manera problemática despegado del momento presente y del mismo proceso social del cual formaba parte. Así pues, el optimismo con que muchos/as vieron la falta de reacción de las estructuras dominantes ante la efervescencia crítica, se ha tornado en una profunda decepción al observar su encerramiento en el nicho cronológico que le corresponde en la “historia de la disciplina”. Por fortuna, como veremos, cierta heterodoxia logró escapar a ello y mantener la viveza del debate y la vitalidad del proceso, eso sí, a costa de un fuerte precio: exclusión y la deslegitimación.

Crítica de la Situación Actual

El seguimiento de las revistas mas renombradas de la Psicología social, como las aludidas al principio, hace pensar sobre el alcance y los límites de ese debate abierto, y sobre las presuntas consecuencias que de él se derivan. Este debate, se podría articular alrededor de tres temas: a) la práctica actual de la Psicología social y su relación con los debates que se produjeron en el contexto de “la crisis”; b) pluralidad de la Psicología social; y, c) la cuestión de la aplicabilidad de la Psicología social como propuesta.

La Práctica Actual de la Psicología Social

En la “resolución” de la crisis se asumió que había un cierto consenso en una serie de cuestiones. Por ejemplo, una idea recurrente fue que el método experimental era disfuncional, al menos por el hecho de crear contextos muy alejados a las realidades sociales. Igualmente, las propuestas de abandonar la investigación des-conectada con la realidad social, recibían, al menos en Europa, una fuerte adhesión aparada en la autoridad de autores como Serge Moscovici (1972) o Henry Tajfel (1972). En esta misma dirección, la invitación a pensar sobre los problemas sociales y tratar de contribuir a su resolución convocaba igualmente a muchos psicólogos y psicólogas sociales. Con frecuencia, se revalidaban una serie de compromisos relacionados con la aplicabilidad y la implicación en la transformación social.

Pero si evaluamos las prácticas y las teorías psicosociales, como sugiere Maritza Montero (1997), por su efecto en el mantenimiento del status quo y por sus consecuencias en la sociedad, como el mantenimiento de la injusticia social, el panorama no es nada alentador. Efectivamente, la situación actual en la
Psicología social mainstream no parece consecuente con las conclusiones de la crisis, sino que más bien muestra una total fractura en tres enfoques distintos: un enfoque empiricista, un enfoque profesional y un enfoque transdisciplinar.

Enfoque Empiricista

Una parte muy importante de la Psicología social académica, al menos en Europa y en EE.UU., permanece en los mismos supuestos que originaron la “crisis”. Esta parte de la Psicología social podría denominarse “empiricista”. Sus características son una intensiva y febril actividad de producción de datos, básicamente experimentales aunque no sólo, sobre aspectos puntuales del comportamiento en contextos sociales. Con frecuencia, se trata del estudio de un sin fin de variables operacionalizadas a partir de micro modelos, muy frecuentemente llamados “teorías”. Nigel Armistead (1974) lo expresó muy bien en su famoso libro “La reconstrucción de la psicología social”, escrito hace nada menos que 29 años. Sus palabras no han perdido un ápice de actualidad: “La psicología social convencional se ha ido alejando progresivamente del mundo que se supone tenía que explicar. Aunque no ignora por completo la temática del mundo real, la trata de una forma estrecha y conservadora, que abstrae a los problemas de su contexto social. Esto es particularmente cierto en el caso de las relaciones entre los valores y la temática tratada por la psicología social. El mundo no espera a la psicología social; las ideas de la gente cambian y están en movimiento, y la psicología social se queda atrás. Si queremos comprender el mundo cambiante y en movimiento, así como sus valores, tenemos que situar a nuestra psicología social en una perspectiva histórica. La psicología social convencional es con frecuencia estática en un doble sentido: ignora el contexto histórico y congela en el tiempo al individuo.”

Y también:
“Cuando se combina el afán por conseguir leyes generales con una concepción de lo “social” en términos de interacción entre organismos y con el método experimental de laboratorio, se termina en una psicología social que sistemáticamente ignora el contexto social en el que se da la conducta, y eso tanto en nivel de conceptos como de métodos predominantes. Esa es la razón principal por la que la psicología social psicológica está en un callejón sin salida. Con las mejores intenciones científicas, se ha quedado varada en seco al ignorar los contextos sociales que no deberían darse por supuestos.”

Enfoque Profesional
El enfoque profesional permite definir a un conjunto de profesionales que se enfrentan a la intervención desde una posición disciplinar de psicología social, a veces denominada como “Psicología social aplicada”. Se puede incluir aquí también la “Psicología social comunitaria” (Montero, 1994a). El alejamiento de estas prácticas interventoras de cualquier nexo o lazo de unión teórica y/o metodológica con la Psicología social convencional, es esperanzador, pues como hemos señalado Tomás Ibáñez e yo mismo (1996): “La intervención social ‘práctica’ no constituye una ‘aplicación’ del saber teórico. Hoy en día se vuelven a tomar seriamente en consideración las reflexiones aristotélicas sobre la diferencia de naturaleza entre el saber teórico y el saber práctico. No es el mismo tipo de racionalidad el que opera en la razón práctica y en la razón científica, aunque ambos sean igualmente racionales. Existen un conocimiento y un saber que son irreductiblemente prácticos y poseen una autonomía y una racionalidad que les son propias. Por lo tanto, el/la psicólogo/a social orientado hacia la intervención social no está en una relación de subordinado respecto del/la psicólogo/a social orientado/a hacia la producción del saber científico. Es la propia práctica del/la primero/a, irreductible a cualquier legislación desde la teoría, la que indica qué tipo de producción teórica puede eventualmente utilizar y de qué forma.”

Efectivamente, el papel de la Psicología social aquí no es ni mayor ni menor que el de otras disciplinas y huye de cualquier intento de “tecnologización” de la Psicología social. Las lógicas del trabajo cotidiano, la búsqueda de soluciones a los problemas sociales más acuciantes se alejan paulatinamente de la
“producción académica estándar” y poco a poco producen un saber de carácter autónomo de extraordinario interés, aunque no es el momento de detallarlo.

Enfoque Transdisciplinar
La transdisciplinariedad no es la simple acción de conectar disciplinas y/o áreas próximas o afines, ni siquiera de enriquecer la Psicología social con una estrecha colaboración con otras ciencias, a lo cual llamaríamos interdisciplinariedad. El enfoque transdisciplinar es más rotundo: “La interdisciplinariedad pide una mayor colaboración entre las diferentes disciplinas, sociales en este caso, pero siempre manteniendo las fronteras entre ellas. Sin embargo, la trasdisciplinariedad supone una supresión de fronteras entre las ciencias sociales, dado que son algo artificial que, además, limita y constriñe tremendamente el conocimiento sobre la realidad social.”

Pues bien, algunas prácticas de la Psicología social se mueven básicamente empujadas por esta concepción transdisciplinar. Es otra forma de hablar de un “enfoque crítico”, al que también podríamos denominar “Psicología social como crítica” como veremos al final. Aquí se da un intento de asunción de las enseñanzas de la “crisis” y una búsqueda de una ubicación en un espacio general de las ciencias sociales que paulatinamente convierte en borrosas las fronteras disciplinares tradicionales: sociología, psicología, antropología, lingüística, etc. El empeño por transformar la Psicología social se torna en un empeño por transformar la producción de conocimiento social al margen de las distinciones disciplinares.

Visiones Plurales sobre la Psicología Social
Si se entiende por Psicología social la disciplina que ampara teórica, metodológica y académicamente una visión puramente empiricista, son pocas y excluyentes las prácticas que entran dentro de esta etiqueta. Si el periodo de efervescencia crítico, de escrutinio de las consecuencias de la práctica científica alejada de la gente, de búsqueda de alternativas creativas a la acción psicosocial ha quedado en un nuevo empiricismo maximalista, valedor de una investigación de carácter “contemplativo”, fiel a la creencia en los postulados del positivismo, entonces muchos y muchas psicólogos/as sociales no pueden aparecer bajo la etiqueta de “Psicología social”, ni sus prácticas enmarcarse dentro de esa etiqueta disciplinar.
Ahora bien, si esa concepción convencional de la Psicología social se ve sólo como una de las prácticas posibles, si puede aún interesar la búsqueda de una investigación con sentido, de “relevancia social”, y si ese interés puede ser traducido en una práctica reflexiva, en suma, científica, entonces quizás la investigación psicosocial de carácter alternativo pueda mantenerse adscrita disciplinar y académicamente a la Psicología social.

Para sostener este punto podríamos basarnos en la autoridad de Serge Moscovici, quien en 1972 decía lo siguiente: “Confrontados con esta situación [se refiere al reclamo de relevancia social], algunos buscan refugio en la metodología y en la respetabilidad que ésta ofrece, a pesar de que ellos saben bien que esto no es una solución. El hecho de que haya tan pocos de nosotros [se entiende comprometidos con la relevancia] es también importante: es difícil simplemente continuar escribiendo para otros, para acabar aislados dentro de nuestra disciplina y ser sólo jueces de lo que nosotros hacemos, mientras despreciamos lo que sucede fuera. La antropología, la lingüística, la sociología, el psicoanálisis y la filosofía reclaman nuestra atención; sus profesionales nos piden que nos comuniquemos con ellos. Es imposible ignorar sus preguntas y las de los estudiantes que insisten en obtener respuestas. La Psicología Social tal y como es hoy no es de mucha ayuda en el afrontamiento de estas presiones. Es una búsqueda que mira hacia dentro y su desarrollo se ha caracterizado por un desprecio a las cuestiones de las que estas presiones surgen; o mejor, se ha desarrollado en reacción a otras presiones de las que la economía, el conductismo y la industria son lo importante.”

El problema aquí ha sido, sin duda, la falta de tolerancia. En efecto, parece que el único territorio donde el respeto a la diversidad no sólo no es posible, sino que no es siquiera pensable, es el de concepción científica estándar de las ciencias humanas y sociales y, como no, de la Psicología social. La ciencia parece ser la única actividad humana para la que no pueden aplicarse criterios de diversidad, la única que puede mantener un estatus de neutralidad, la única, en suma, que está por encima de cualquiera otra de las producciones humanas.

Las reacciones antipostmodernas son buena prueba de ello, tanto las que se producen en el interior de la Psicología y la Psicología social (Greenwood, 1991, 1994), como las que se producen en la Sociología y la Filosofía (Berger, 1998; Eagleton, 1996), así como en el de las ciencias ‘duras’, como el ‘celebrado’ bestseller de Sokal y Bricmont (1998).

En contraste, y paradójicamente, las concepciones son múltiples, las prácticas son variadas, las concepciones, diversas. Si nos centramos en Psicología social, además del tipo de práctica representada en las revistas que representan la posición mainstream, encontramos, sólo por citar algunas, la

Psicología social conocida por todos como “sociológica”, la Psicología discursiva, la Psicología social crítica, la Psicología social radical, por citar algunas de las etiquetas que más suenan, y sobre las que se volverá mas tarde. Es notorio el enorme impacto que sobre estas otras prácticas de la Psicología social han tenido la tradición metodológica cualitativa, la epistemología feminista, las posiciones gay y lésbicas y, sobre todo, la búsqueda de un encuentro con el resto de las disciplinas humanas y sociales. Ya no son de recibo las descalificaciones de la Psicología social no mainstream, en términos de que es “mera literatura”, “no científica”, o “políticamente irresponsable” y otras expresiones por el estilo cuando uno se enfrenta a los intereses de la investigación empiricista puramente preocupados por la acumulación acrítica de resultados de investigación, y ajenos por completo a la ebullición intelectual, política y científica de nuestro tiempo.

La Aplicabilidad como Propuesta
Durante algún tiempo muchas personas creyeron que la aplicabilidad era la salida a los problemas que la “crisis” había puesto de manifiesto. Pero es muy difícil aceptar que ése haya sido el efecto. Una separación notoria de las prácticas interventoras del proyecto general de la disciplina junto con el encapsulamiento de la Psicología social convencional en investigaciones rutinizadas según unos estándares completamente convencionales, han dado al traste con esta alternativa. Y sin embargo, es en la Psicología social como praxis dónde hay una de las posibles alternativas de salida.

En efecto, las prácticas sociales son prácticas discursivas en la misma medida que las prácticas discursivas son prácticas sociales. El lenguaje es una construcción conjunta de la colectividad humana que construye y reconstruye nuestro mundo. Cada interacción, por pequeña que sea, contribuye a la estructuración de lo social en una medida quizás inconmensurable por pequeña, pero imprescindible. Como miembros competentes de su grupo, los psicólogos y psicólogas sociales son agentes también de esta construcción. La actividad científica lo es en la misma medida que la más insignificante relación entre personas anónimas. Pueden, como cualquier otro miembro, inhibir o promover acciones, establecer líneas, inducir o frenar cambios. Su compromiso con la emancipación y la transformación social es ético y político, como para cualquier otro miembro de la sociedad, pero no está ligado indefectiblemente a la posición epistemológica y metodológica que sostiene.

El argumento es simple. Como defendía Keneth Gergen (1982), la Psicología social es en sí misma aplicada, como mínimo en virtud del principio de la generatividad de las teorías: “Según Gergen, la función de la teoría es generar dudas acerca de las ‘evidencias’ incuestionadas, plantear preguntas fundamentales acerca de la vida social actual, contribuir a romper los esquemas establecidos y engendrar, a través de esta labor crítica, alternativas de acción novedosas que permitan desarrollar nuevas relaciones sociales.”

Pero se puede ir más allá, como acción científica, el quehacer de la Psicología social es una práctica discursiva, es decir social, que con el conjunto de prácticas sociales producidas en un momento dado, está contribuyendo a la generación de estructuras sociales nuevas y/o al mantenimiento de las ya existentes. Qué dirección cada psicólogo/a social en concreto querrá estimular, remite sólo al espacio de sus compromisos éticos y políticos, como así es también para el resto de las personas.

No Siempre Fue Así
En efecto, no siempre fue así. Tanto en el período denominado de “la crisis” como en los anteriores, muchas prácticas enmarcadas en el espacio disciplinar de la Psicología social eran distintas, eran más creativas, más próximas a los intereses de la gente, más consonantes con el “espíritu de los tiempos”. Así por ejemplo, Serge Moscovici invitaba en 1972 a una especie de “cura de humildad”, aunque cargada de optimismo, afirmando que la Psicología social no era verdaderamente una ciencia, sino tan solo un “movimiento de investigación y metodología” con algunas aportaciones de interés. Al tiempo, nos detallaba los aspectos que frenaban una perspectiva psicosocial que habría de estar marcada por su desarrollo principalmente teórico. En efecto,
Moscovici (1972) señalaba que la adhesión a la “ideología científica” – termino que tomaba prestado de Henry Tajfel, representa un freno en el desarrollo de la Psicología social. Esta “ideología científica” estaría marcada por tres aspectos. Primero, por la hegemonía del positivismo que lleva a un desmesurado afán de acumulación de datos con la esperanza de llegar, algún día, a construir un potente armazón conceptual. Segundo, por la sistemática evitación de entrar a fondo sobre la naturaleza de la producción del saber en Psicología social. Y tercero, por la evitación de la teoría y el debate teórico que sería el resultado de la pretensión de diferenciación con la filosofía. En este sentido, decía Moscovici, sólo si el debate sobre ideas conduce de una forma u otra a la experimentación, es aceptable. El resultado de ello resulta desalentador: “A causa de la inseguridad prevaleciente, el medio de las ciencias sociales se ha convertido en tan represivo que ha hecho a la ciencia completamente no interesante; los problemas fundamentales del hombre y la sociedad están perdidos en una nube de ‘campos’ fragmentarios y técnicas que tuvieron éxito en dar la espalda al talento genuino y en helar todo entusiasmo.”

Pero se puede mirar aun un poco más atrás. Sin necesidad de remontarnos a los orígenes, trabajo que admirablemente ya ha hecho Tomás Ibáñez (1990), psicólogos sociales que aparecen como “fundacionales” en la historiografía de la Psicología social mainstream nos dan una lección de cómo podría haber sido y no fue, y de cómo desarrollar un mejor entendimiento de nuestras prácticas de vida cotidiana. Basta poner algunos ejemplos que resultan emblemáticos. En concreto, merecen una atención especial algunos comentarios de Solomon Asch (1952), Fritz Heider (1958), Muzafer Sherif (1936).

Psicología Social Crítica y Psicología Social Radical
Psicología Social como Crítica
Como decía Tomás Ibáñez (1990, p. 146) los efectos de la crisis han sido en realidad profundos y, probablemente, irreversibles”. No obstante lo dicho hasta ahora, y a pesar del escepticismo al que lleva el análisis de las prácticas concretas, cabe decir que algo nuevo está pasando en los últimos años, tanto en la concepción de la Psicología social como en sus prácticas y en sus aspectos académicos. En efecto, la progresiva visibilidad de otras formas de hacer puede ser constatada cada vez con mayor nitidez. Como dicen Miguel Domènech e Tomás Ibáñez (1998): “Vistos bajo este prisma, la crisis, en general, y el texto de Gergen [se refiere al de 1973], en particular, significaron un punto de inflexión en el desarrollo de la Psicología social a partir del cual surgían dos grandes alternativas en la comprensión de la disciplina. Por un lado, cabía seguir en la que constituía la corriente dominante y llevar a cabo una psicología social como ciencia positiva, por otro lado se abría una nueva perspectiva que se articulaba en torno a la concepción de la psicología social como crítica.”

Pero ¿se trata de una nueva Psicología social? Se puede defender que hay un espacio amplio, un gran conjunto de prácticas, caracterizado por una actitud crítica que incluye distintos subconjuntos, entre los que pueden referirse dos: la Psicología social crítica y la Psicología social radical.

Las características del conjunto han sido bien resumidas por Miguel Domènech y Tomás Ibáñez (1998): “Abarca las prácticas sociales, la intersubjetividad, la construcción de los significados sociales y la continua reproducción y transformación de las estructuras sociales (Ibáñez, 1990). Esto implica el paso de una psicología de la mente a una psicología de las relaciones socio-morales’ (Shotter, 1993) y, en ese paso, es preciso también superar la visión referencial-representacionista del lenguaje propia de la psicología social como ciencia positiva.”

Crítico/a remite al hecho de juzgar, pero también a crisis como cambio o mutación profunda (en procesos ‘ya de orden físico, ya históricos o espirituales’, como dice el diccionario de la Real Academia Española). Radical remite a raíz, pero también a fundamental y a cambios y reformas profundas (‘especialmente en sentido democrático’ dice el diccionario). Si nos atenemos a estas acepciones, cabe distinguir pues esos dos subconjuntos, crítico y radical, que a veces van unidos y otras muchas, separados, pero que juntos conforman una psicología social de carácter radicalmente crítico.

Psicología Social Radical
La Psicología social radical enfatiza la transformación del orden social, es una psicología implicada en los procesos de emancipación y de cambio social. La Psicología social radical puede ser crítica o no. Sólo a título de ejemplo, Ignacio Martín-Baró (1942-1989, Pacheco & Jiménez, 1990), por su implicación en los procesos de cambio y su compromiso con los movimientos emancipatorios entraría dentro de la categoría “radical”, pero por el tipo de asunciones teóricas y metodológicas que realiza, no cabría dentro de la categoría “crítico” tal y como se definirá. Maritza Montero (1994a, 1994b, 1997) por el contrario, comparte simultáneamente los intereses de la Psicología social radical y los de la critica.

La psicología social radical tiene que ver con el cambio social, pero no únicamente en el sentido de la introducción de cambios, sino como sostiene Henry Tajfel (1972), también en el sentido de la propia transformación como práctica social. Efectivamente, para Tajfel el cambio implica dos nociones, una próxima al individuo puesto que el cambio no es algo que se produzca sólo a escala social sino que se produce también a escala de cada individuo en particular – somos seres ineludiblemente cambiantes. La segunda tiene que ver con el carácter recíproco del cambio, en el sentido de que el cambio personal implica cambios en el entorno social, y los cambios en este, nuevos cambios en aquel. La misma reflexión cabe para cualquier actividad humana, incluida la de producción de saber psicosocial la cual sería caracterizable en los mismos términos de reciprocidad: Aunque Israel se refiere a ella como ‘ciencia social crítica’, su visión se adapta perfectamente a lo que aquí se ha definido como ‘Psicología social radical’. Efectivamente, Israel (1972) sostenía que la ciencia social, y la Psicología social, puede pretender la emancipación y el cambio del mundo “tal como es ahora”. Para ello, debería abandonar el empiricismo y el positivismo y abrazar valores y pretender objetivos de carácter alternativo. En sus palabras, la función de una teoría crítica sería múltiple. Por un lado, podría criticar las teorías aceptadas facilitando la elección entre modelos y aproximaciones alternativos. Por otro, debería mantener un carácter decididamente antidogmático, es decir, de ataque las ideas comúnmente aceptadas que se presentan con frecuencia como autoevidentes y que nunca son cuestionadas. Por ultimo, romper la convicción conservadora de que la ciencia social no debe implicarse con los objetivos y metas sociales. Uno de los mejores ejemplos de esta clase de Psicología social es probablemente el libro de Wexler (1977/1996). Este autor establece los parámetros de una psicología social comprometida con los procesos emancipatorios echando mano de dos tradiciones: la marxista y la psicoanalítica.

De un modo general se podría decir que la psicología social, para ser radical, debería tratar como sostiene Ian Parker (1989) sobre los cambios en el mundo real e implicarse con las formas en que la gente puede cambiar colectivamente el orden de las cosas por ellos mismos. En su opinión, para conseguir esto es necesaria una comprensión política de la interacción social que pueda relacionar la investigación con el cambio social, conectando lo que hacemos y decimos como psicólogos sociales con los cambios culturales y abandonando cualquier pretensión de neutralidad política.

Psicología Social Crítica
La Psicología social crítica es sobre todo el resultado del continuo cuestionamiento de las prácticas de producción de conocimiento. Puede ser radical o no, en el sentido de que puede permanecer al margen de cualquier pretensión de emancipación social o sentirse plenamente implicada en ella.

En los últimos años, las concepciones epistemológicas, teóricas y metodológicas subyacentes en las prácticas de la Psicología social estándar han cambiado profundamente para muchos y muchas. Efectivamente, se ha producido una oposición radical al positivismo y una severa crítica al individualismo, se han dejado penetrar ideas y planteamientos de otras disciplinas distintas de la Psicología social y de la Psicología que van desde la epistemología feminista y los estudios gay y lésbicos, hasta el giro lingüístico y discursivo, se ha reafirmado un compromiso con los procesos de cambio políticos y sociales, y se ha buscado una difuminación de las fronteras de lo teórico y lo metodológico. Todo ello hace que se pueda hablar de una ‘nueva psicología social’ (Ovejero, 1999). Sus ejes, dicho en breve, se estructuran en torno a la intersubjetividad y el imaginario social, a las perspectivas postestructuralistas y construccionistas, a los planteamientos postmodernos, al abandono de las grandes narrativas, al análisis del discurso, el análisis conversacional y la psicología discursiva como alternativa seria al cognitivismo dominante y, como no, al relativismo. En síntesis, como dice Tomás Ibáñez (1997): “A un nivel muy general, esta psicología social ‘diferente’ asume un ‘giro construccionista’ (en la esfera ontológica), un ‘giro interpretativo/lingüístico’ (en el nivel de la metodología) y un ‘giro no-fundamentalista’ (en el plano epistemológico, incluso aunque la más radical de las críticas cuestionen el propio concepto de
‘epistemología’).”

Para concluir, pueden sintetizarse los elementos principales desarrollados en el articulo. En primer lugar, a la vista de muchas de las prácticas que hoy se producen bajo la etiqueta disciplinar de la “Psicología social” y como resultado de una diagnosis pesimista, parece aconsejable abogar por un reencuentro con la idea de relevancia social de la investigación. En segundo lugar, a fin de abarcar prácticas muy diversas, desde las más convencionales hasta las más críticas que se dan en Psicología social y en otras disciplinas próximas, seria pertinente defender un enfoque transdisciplinar de/para la Psicología social. En tercer lugar, se hace necesario apelar a un fundamento de tipo ético para reclamar aceptación de la diversidad teórica y metodológica que es propia de la Psicología social. En cuarto lugar, parece claro que hay posibilidades de que una Psicología social de carácter crítico asuma el compromiso de la acción científica con el proyecto de emancipación y transformación social. En quinto y último lugar, habría que, por así decir, seguir en movimiento, abrirse a concepciones nuevas, transgresoras, de lo social y de los seres humanos siendo sensibles a los nuevos imaginarios que emergen en nuestra sociedad contemporánea.

Y así pues, estos podrían ser algunos ejes de una propuesta de desarrollo de la Psicología social como crítica. En efecto, “Psicología social como crítica” es una etiqueta como cualquier otra. El nombre es lo de menos, basta recordar que esta categoría ha sido denominada de diversas formas: “nueva psicología social”, “corriente alternativa”, “Psicología social como crítica”, o “Psicología social radical”. No es necesario verla como una disciplina o subdisciplina, sino que parece más productivo considerarla mas bien una práctica. En este sentido, viene a categorizar aquellas prácticas de producción de conocimiento comprometidas con una mirada crítica que se dan en ese nicho de límites borrosos que es la “Psicología social” académicamente instituida. Y esto, porque a pesar de sus distintas denominaciones, en el interior encontramos siempre una perspectiva similar, una mirada reconocible, una incontenible práctica de problematización. La “Psicología social como crítica”, pues, puede ser vista como la consecuencia del continuo cuestionamiento y problematización de las prácticas de producción de conocimiento. En este sentido, recoge la mayor parte de las características del llamado “construccionismo”, así como de la sociología del conocimiento científico, tanto en lo que se refiere a las asunciones ontológicas (al asumir de un modo u otro, el “giro construccionista”), como epistemológicas (al mantener posiciones no fundamentalistas e incluso cuestionadoras del propio concepto de “epistemología), metodológicas (al asumir un giro interpretativo/lingüístico), políticas (cuando se alinea con las prácticas de emancipación y transformación social). Además participa también del proyecto/intento de permeabilización de las disciplinas científico-sociales, pudiendo ser vista como un magma informe que impregna lugares y recovecos en el ámbito genérico de las humanidades y las ciencias sociales.

Pero esto es sólo una aproximación que mira al pasado. Pensando en el futuro, la “Psicología social crítica” puede ser entendida como en permanente estado de problematización, atenta a los cambios que se producen en la esfera de las ciencias sociales y contribuyendo a ellos. Manteniendo la permeabilidad hacia las ideas y planteamientos de otras disciplinas distintas de la Psicología social y de la Psicología, como la epistemología feminista y los estudios gay y lésbicos, la Lingüística y los estudios del discurso, la Sociología del conocimiento científico o los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Manteniendo también una oposición radical a las formas de pensamiento de carácter despótico y autoritario, manteniendo una severa crítica al individualismo, un compromiso con los procesos de cambio políticos y sociales, una difuminación de las fronteras de lo teórico y lo metodológico o de lo natural y lo social.

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