domingo, 14 de noviembre de 2010

Crítica de la Situación Actual

Universitaria: Irem Wendy Prado Millares

Crítica de la Situación Actual


El seguimiento de las revistas mas renombradas de la Psicología social, como las aludidas al principio, hace pensar sobre el alcance y los límites de ese debate abierto, y sobre las presuntas consecuencias que de él se derivan.

Este debate, se podría articular alrededor de tres temas:

a) la práctica actual de la Psicología social y su relación con los debates que se produjeron en el contexto de “la crisis”

b) pluralidad de la Psicología social

c) la cuestión de la aplicabilidad de la Psicología social como propuesta.



La Práctica Actual de la Psicología Social

En la “resolución” de la crisis se asumió que había un cierto consenso en una serie de cuestiones. Por ejemplo, una idea recurrente fue que el método experimental era disfuncional, al menos por el hecho de crear contextos muy alejados a las realidades sociales. Igualmente, las propuestas de abandonar la investigación des-conectada con la realidad social, recibían, al menos en Europa, una fuerte adhesión aparadas en la autoridad de autores como Serge Moscovici (1972) o Henry Tajfel (1972). En esta misma dirección, la invitación a pensar sobre los problemas sociales y tratar de contribuir a su resolución convocaba igualmente a muchos psicólogos y psicólogas sociales. Con frecuencia, ser revalidaban una serie de compromisos relacionados con la aplicabilidad y la implicación en la transformación social.

Pero si evaluamos las prácticas y las teorías psicosociales, como sugiere Maritza Montero (1997), por su efecto en el mantenimiento del status quo y por sus consecuencias en la sociedad, como el mantenimiento de la injusticia social, el panorama no es nada alentador. Efectivamente, la situación actual en la Psicología social mainstream no parece consecuente con las conclusiones de la Rev Interam Psicol 37(2), 2003 crisis, sino que más bien muestra una total fractura en tres enfoques distintos:

un enfoque empiricista, un enfoque profesional y un enfoque transdisciplinar.



Enfoque Empiricista

Una parte muy importante de la Psicología social académica, al menos en Europa y en EE.UU., permanece en los mismos supuestos que originaron la “crisis”. Esta parte de la Psicología social podría denominarse “empiricista”.

Sus características son una intensiva y febril actividad de producción de datos, básicamente experimentales aunque no sólo, sobre aspectos puntuales del comportamiento en contextos sociales. Con frecuencia, se trata del estudio de un sin fin de variables operacionalizadas a partir de micro modelos, muy frecuentemente llamados “teorías”. Nigel Armistead (1974) lo expresó muy bien en su famoso libro “La reconstrucción de la psicología social”, escrito hace nada menos que 29 años. Sus palabras no han perdido un ápice de actualidad:

“La psicología social convencional se ha ido alejando progresivamente del mundo que se supone tenía que explicar. Aunque no ignora por completo la temática del mundo real, la trata de una forma estrecha y conservadora, que abstrae a los problemas de su contexto social. Esto es particularmente cierto en el caso de las relaciones entre los valores y la temática tratada por la psicología social (...) El mundo no espera a la psicología social; las ideas de la gente cambian y están en movimiento, y la psicología social se queda atrás. (...) Si queremos comprender el mundo cambiante y en movimiento, así como sus valores, tenemos que situar a nuestra psicología social en una perspectiva histórica (...) La psicología social convencional es con frecuencia estática en un doble sentido: ignora el contexto histórico y congela en el tiempo al individuo.” (pp. 127-128)

Y también:

“Cuando se combina el afán por conseguir leyes generales con una concepción de lo “social” en términos de interacción entre organismos y con el método experimental de laboratorio, se termina en una psicología social que sistemáticamente ignora el contexto social en el que se da la conducta, y eso tanto en nivel de conceptos como de métodos predominantes. Esa es la razón principal por la que la psicología social psicológica está en un callejón sin salida. Con las mejores intenciones científicas, se ha quedado varada en seco al ignorar los contextos sociales que no deberían

darse por supuestos.” (Armistead, 1974, p. 14)



Enfoque Profesional

El enfoque profesional permite definir a un conjunto de profesionales que se enfrentan a la intervención desde una posición disciplinar de psicología social, a veces denominada como “Psicología social aplicada”. Se puede incluir aquí también la “Psicología social comunitaria” (Montero, 1994a). El alejamiento de estas prácticas interventoras de cualquier nexo o lazo de unión teórica y/o metodológica con la Psicología social convencional, es esperanzador, pues como hemos señalado Tomás Ibáñez e yo mismo (1996):

Rev Interam Psicol 37(2), 2003

“La intervención social ‘práctica’ no constituye una ‘aplicación’ del saber teórico. Hoy en día se vuelven a tomar seriamente en consideración las reflexiones aristotélicas sobre la diferencia de naturaleza entre el saber teórico y el saber práctico (...). No es el mismo tipo de racionalidad el que opera en la razón práctica y en la razón científica, aunque ambos sean igualmente racionales. Existen un conocimiento y un saber que son irreductiblemente prácticos y poseen una autonomía y una racionalidad que les son propias. (...) Por lo tanto, el/la psicólogo/a social orientado hacia la intervención social no está en una relación de subordinado respecto del/la psicólogo/a social orientado/a hacia la producción del saber científico. Es la propia práctica del/la primero/a, irreductible a cualquier legislación desde la teoría, la que indica qué tipo de producción teórica puede eventualmente utilizar y de qué forma.” (p. 63)

Efectivamente, el papel de la Psicología social aquí no es ni mayor ni menor que el de otras disciplinas y huye de cualquier intento de “tecnologización” de la Psicología social. Las lógicas del trabajo cotidiano, la búsqueda de soluciones a los problemas sociales más acuciantes se alejan paulatinamente de la “producción académica estándar” y poco a poco producen un saber de carácter autónomo de extraordinario interés, aunque no es el momento de detallarlo(véase Ibáñez & Íñiguez, 1996, para un mayor detalle).



Enfoque Transdisciplinar

La transdisciplinariedad no es la simple acción de conectar disciplinas y/o áreas próximas o afines, ni siquiera de enriquecer la Psicología social con una estrecha colaboración con otras ciencias, a lo cual llamaríamos interdisciplinariedad. El enfoque transdisciplinar es más rotundo:

“La interdisciplinariedad pide una mayor colaboración entre las diferentes disciplinas, sociales en este caso, pero siempre manteniendo las fronteras entre ellas. Sin embargo, la trasdisciplinariedad supone una supresión de fronteras entre las ciencias sociales, dado que son algo artificial que, además, limita y constriñe tremendamente el conocimiento sobre la realidad social.” (Ovejero, 1999, p. 413)

Pues bien, algunas prácticas de la Psicología social se mueven básicamente empujadas por esta concepción transdisciplinar. Es otra forma de hablar de un “enfoque crítico”, al que también podríamos denominar “Psicología social como crítica” como veremos al final. Aquí se da un intento de asunción de las enseñanzas de la “crisis” y una búsqueda de una ubicación en un espacio general de las ciencias sociales que paulatinamente convierte en borrosas las fronteras disciplinares tradicionales: sociología, psicología, antropología, lingüística, etc. El empeño por transformar la Psicología social se torna en un empeño por transformar la producción de conocimiento social al margen de las distinciones disciplinares.



Visiones Plurales sobre la Psicología Social

Si se entiende por Psicología social la disciplina que ampara teórica, metodológica y académicamente una visión puramente empiricista, son pocas y excluyentes las prácticas que entran dentro de esta etiqueta. Si el periodo de 2 efervescencia crítico, de escrutinio de las consecuencias de la práctica científica alejada de la gente, de búsqueda de alternativas creativas a la acción psicosocial ha quedado en un nuevo empiricismo maximalista, valedor de una investigación de carácter “contemplativo”, fiel a la creencia en los postulados del positivismo, entonces muchos y muchas psicólogos/as sociales no pueden aparecer bajo la etiqueta de “Psicología social”, ni sus prácticas enmarcarse dentro de esa etiqueta disciplinar.

Ahora bien, si esa concepción convencional de la Psicología social se ve sólo como una de las prácticas posibles, si puede aún interesar la búsqueda de una investigación con sentido, de “relevancia social”, y si ese interés puede ser traducido en una práctica reflexiva, en suma, científica, entonces quizás la investigación psicosocial de carácter alternativo pueda mantenerse adscrita disciplinar y académicamente a la Psicología social.

Para sostener este punto podríamos basarnos en la autoridad de Serge Moscovici, quien en 1972 decía lo siguiente:

“Confrontados con esta situación [se refiere al reclamo de relevancia social], algunos buscan refugio en la metodología y en la respetabilidad que ésta ofrece, a pesar de que ellos saben bien que esto no es una solución. El hecho de que haya tan pocos de nosotros [se entiende comprometidos con la relevancia] es también importante: es difícil simplemente continuar escribiendo para otros, para acabar aislados dentro de nuestra disciplina y ser sólo jueces de lo que nosotros hacemos, mientras despreciamos lo que sucede fuera. La antropología, la lingüística, la sociología, el psicoanálisis y la filosofía reclaman nuestra atención; sus profesionales nos piden que nos comuniquemos con ellos. Es imposible ignorar sus preguntas y las de los estudiantes que insisten en obtener respuestas. La Psicología Social tal y como es hoy no es de mucha ayuda en el afrontamiento de estas presiones. Es una búsqueda que mira hacia dentro y su desarrollo se ha caracterizado por un desprecio a las cuestiones de las que estas presiones surgen; o mejor, se ha desarrollado en reacción a otras presiones de las que la economía, el conductismo y la industria son lo importante.” (p. 20)

El problema aquí ha sido, sin duda, la falta de tolerancia. En efecto, parece que el único territorio donde el respeto a la diversidad no sólo no es posible, sino que no es siquiera pensable, es el de concepción científica estándar de las ciencias humanas y sociales y, como no, de la Psicología social. La ciencia parece ser la única actividad humana para la que no pueden aplicarse criterios de diversidad, la única que puede mantener un estatus de neutralidad, la única, en suma, que está por encima de cualquiera otra de las producciones humanas.

Las reacciones antipostmodernas son buena prueba de ello, tanto las que se producen en el interior de la Psicología y la Psicología social (Greenwood, 1991, 1994), como las que se producen en la Sociología y la Filosofía (Berger, 1998; Eagleton, 1996), así como en el de las ciencias ‘duras’, como el ‘celebrado’ bestseller de Sokal y Bricmont (1998).

En contraste, y paradójicamente, las concepciones son múltiples, las prácticas son variadas, las concepciones, diversas. Si nos centramos en Psicología social, además del tipo de práctica representada en las revistas que representan la posición mainstream, encontramos, sólo por citar algunas, la Psicología social conocida por todos como “sociológica”, la Psicología discursiva, la Psicología social crítica, la Psicología social radical, por citar algunas de las etiquetas que más suenan, y sobre las que se volverá mas tarde.

Es notorio el enorme impacto que sobre estas otras prácticas de la Psicología social han tenido la tradición metodológica cualitativa, la epistemología feminista, las posiciones gay y lésbicas y, sobre todo, la búsqueda de un encuentro con el resto de las disciplinas humanas y sociales. Ya no son de recibo las descalificaciones de la Psicología social no mainstream, en términos de que es “mera literatura”, “no científica”, o “políticamente irresponsable” y otras expresiones por el estilo cuando uno se enfrenta a los intereses de la investigación empiricista puramente preocupados por la acumulación acrítica de resultados de investigación, y ajenos por completo a la ebullición intelectual, política y científica de nuestro tiempo.



La Aplicabilidad como Propuesta

Durante algún tiempo muchas personas creyeron que la aplicabilidad era la salida a los problemas que la “crisis” había puesto de manifiesto. Pero es muy difícil aceptar que ése haya sido el efecto. Una separación notoria de las prácticas interventoras del proyecto general de la disciplina junto con el encapsulamiento de la Psicología social convencional en investigaciones rutinizadas según unos estándares completamente convencionales, han dado al traste con esta alternativa. Y sin embargo, es en la Psicología social como praxis dónde hay una de las posibles alternativas de salida.

En efecto, las prácticas sociales son prácticas discursivas en la misma medida que las prácticas discursivas son prácticas sociales. El lenguaje es una construcción conjunta de la colectividad humana que construye y reconstruye nuestro mundo. Cada interacción, por pequeña que sea, contribuye a la estructuración de lo social en una medida quizás inconmensurable por pequeña, pero imprescindible. Como miembros competentes de su grupo, los psicólogos y psicólogas sociales son agentes también de esta construcción. La actividad científica lo es en la misma medida que la más insignificante relación entre personas anónimas. Pueden, como cualquier otro miembro, inhibir o promover acciones, establecer líneas, inducir o frenar cambios. Su compromiso con la emancipación y la transformación social es ético y político, como para cualquier otro miembro de la sociedad, pero no está ligado indefectiblemente a la posición epistemológica y metodológica que sostiene.

El argumento es simple. Como defendía Keneth Gergen (1982), la Psicología social es en sí misma aplicada, como mínimo en virtud del principio de la generatividad de las teorías:

“Según Gergen, la función de la teoría es generar dudas acerca de las ‘evidencias’

incuestionadas, plantear preguntas fundamentales acerca de la vida social actual, contribuir a romper los esquemas establecidos y engendrar, a través de esta labor crítica, alternativas de acción novedosas que permitan desarrollar nuevas relaciones sociales.” (Ibáñez & Íñiguez, 1996, p. 67)

Pero se puede ir más allá, como acción científica, el quehacer de la Psicología social es una práctica discursiva, es decir social, que con el conjunto de prácticas sociales producidas en un momento dado, está contribuyendo a la generación de estructuras sociales nuevas y/o al mantenimiento de las ya existentes. Qué dirección cada psicólogo/a social en concreto querrá estimular, remite sólo al espacio de sus compromisos éticos y políticos, como así es también para el resto de las personas.



No Siempre Fue Así

En efecto, no siempre fue así. Tanto en el período denominado de “la crisis” como en los anteriores, muchas prácticas enmarcadas en el espacio disciplinar de la Psicología social eran distintas, eran más creativas, más próximas a los intereses de la gente, más consonantes con el “espíritu de los tiempos”. Así por ejemplo, Serge Moscovici invitaba en 1972 a una especie de “cura de humildad”, aunque cargada de optimismo, afirmando que la Psicología social no era verdaderamente una ciencia, sino tan solo un “movimiento de investigación y metodología” con algunas aportaciones de interés. Al tiempo, nos detallaba los aspectos que frenaban una perspectiva psicosocial que habría de estar marcada por su desarrollo principalmente teórico. En efecto, Moscovici (1972) señalaba que la adhesión a la “ideología científica” – termino que tomaba prestado de Henry Tajfel, representa un freno en el desarrollo de la Psicología social. Esta “ideología científica” estaría marcada por tres aspectos. Primero, por la hegemonía del positivismo que lleva a un desmesurado afán de acumulación de datos con la esperanza de llegar, algún día, a construir un potente armazón conceptual. Segundo, por la sistemática evitación de entrar a fondo sobre la naturaleza de la producción del saber en Psicología social. Y tercero, por la evitación de la teoría y el debate teórico que sería el resultado de la pretensión de diferenciación con la filosofía. En este sentido, decía Moscovici, sólo si el debate sobre ideas conduce de una forma u otra a la experimentación, es aceptable. El resultado de ello resulta desalentador:

“A causa de la inseguridad prevaleciente, el medio de las ciencias sociales se ha convertido en tan represivo que ha hecho a la ciencia completamente no interesante; los problemas fundamentales del hombre y la sociedad están perdidos en una nube de ‘campos’ fragmentarios y técnicas que tuvieron éxito en dar la espalda al talento genuino y en helar todo entusiasmo.” (Moscovici, 1972, p. 37)

Pero se puede mirar aun un poco mas atrás. Sin necesidad de remontarnos a los orígenes, trabajo que admirablemente ya ha hecho Tomás Ibáñez (1990), psicólogos sociales que aparecen como “fundacionales” en la historiografía de la Psicología social mainstream nos dan una lección de cómo podría haber sido y no fue, y de cómo desarrollar un mejor entendimiento de nuestras prácticas de vida cotidiana. Basta poner algunos ejemplos que resultan emblemáticos. En concreto, merecen una atención especial algunos comentarios de Solomon Asch (1952), Fritz Heider (1958), Muzafer Sherif (1936).

Algunas Enseñanzas de Asch, Sherif y Heider

Disculpe el/a lector esta cita tan extensa, pero resulta difícil expresar con mejor fortuna la misma idea de Solomon Asch (1952):

“El progreso de las ciencias naturales es condición indispensable para una psicología vigorosa, pero su preeminencia incuestionable ha ejercido también un efecto perturbador sobre la disciplina recién surgida. En su ansiedad por ser científicos, los estudiosos de la psicología imitaban a menudo las formas modernas de ciencias de larga trayectoria, ignorando, al mismo tiempo, los pasos que dieron estas ciencias cuándo jóvenes. Por ejemplo, han bregado por emular la exactitud cuantitativa de las ciencias naturales, sin indagar si su propio tema estaba, en todos los casos, maduro para tal tratamiento, ni advertir que el tiempo no se apura moviendo las agujas del reloj. Debido a que los físicos no pueden hablar con las estrellas o con la corriente eléctrica, los psicólogos han vacilado muchas veces en hacerlo con sujetos humanos. O han cogido como modelo algunos hechos escogidos de la biología, con la esperanza de derivar un estudio científico del hombre de los estudios de los organismos inferiores. Hay psicólogos que admitirían prestamente la realidad de la conciencia o de un sentido del honor si pudieran certificar su presencia en bueyes y gallinas. Tienden a hablar simultáneamente de ratas y de hombres sin reconocer con claridad que el tópico de la conversación ha cambiado. Con tales presiones es fácil ignorar grandes acontecimientos e incapacitarse para abordar lo más sorprendente del tema. Surge la tentación de permitir que técnicas llamadas científicas gobiernen el pensamiento y determinen el grado de interés de cada punto. Aparece entonces el hombre, en deformadas estimaciones, como un animal degenerado o como una agrupación de recursos mecánicos. Al observar estas distorsiones hay quienes están demasiado dispuestos a concluir que la ciencia aplicada al hombre comporta una incurable superficialidad y que es, al respecto, insufriblemente torpe. Por fortuna, no hay necesidad de equiparar la actitud de la ciencia con la estrechez o la falta de sensibilidad; no es necesario disolver la psicología recién nacida en la tinta de la ciencia. (...) Si la psicología social debe contribuir al conocimiento humano, hacer algo más que agregar notas marginales a las ideas desarrolladas en otros campos, ha de observar libremente sus fenómenos y examinar sus fundamentos.”(pp. 11-12)

Solomon Asch (1952) sostenía la existencia de una permanente influencia sobre de las condiciones socio-históricas sobre el quehacer de la ciencia, y en particular, de la Psicología social, lo que le permitía desenmascarar algunos de los abusos y de los efectos de prácticas investigadoras poco reflexivas y problematizadoras, y demasiado automatizadas:

“Es de una necesidad primordial desembarazarnos del enfoque simplista de los datos que estudiamos y considerar problemático y nuevo lo que espontáneamente suponemos simple y familiar. Debemos habituarnos a estar advertidos de que las posibilidades del carácter humano son mayores de lo que nos ha sido dado observar, de que las creencias y prácticas que parecen comprensibles y permanentes tienen una historia e indudablemente continuarán cambiando. Si así no lo hacemos, nos ubicamos en la engañosa posición de haber resuelto nuestros problemas antes de haberlos investigado.” (Asch, 1952, p.22)

Asch (1952) fundamentaba aquí la necesaria responsabilidad social de la investigación y la producción de conocimiento:

“Las ideas sobre la naturaleza del hombre comportan algo más que un interés académico; ejercen gran influencia en la vida de las personas y de los grupos. En realidad podemos afirmar que las sociedades engloban en sus instituciones, y se esfuerzan por realizar en sus prácticas, concepciones particulares del ser humano. Las creencias sobre la naturaleza humana son expresiones de condiciones sociales tanto como armas de lucha social. Comprender este hecho es advertir la gran importancia de una ciencia de la psicología humana.” (p. 38)

Estas apreciaciones vienen a reafirmar de algún modo las críticas que Muzafer Sherif hacía en términos de la falta de perspectiva de la psicología social, en su célebre libro sobre las normas sociales (Sherif, 1936). En efecto, Sherif sostenía que la cantidad de estudios sobre valores, costumbres, modas, estereotipos y otras variedades de normas sociales no era proporcional a la comprensión sobre las mismas y que las conclusiones a las que se llegaba podían ser diametralmente opuestas. Las razones de ello no estribaban tanto en la complejidad de estos procesos sociales sino en un “serio defecto metodológico”, la falta de perspectiva. Sherif se refería al hecho de que la propia investigación está afectada por los sistemas de normas que son propios del contexto social dónde el/a investigador/a se encuentra. Consiguientemente, su no problematización –si bien él hablaba de “distanciamiento necesario del investigador”-, comporta un serio problema de consecuencias profundas3:

“Este defecto es la falta de la necesaria perspectiva en muchos de otro modo excelentes estudios técnicamente. A causa de esta falta de perspectiva algunos

factores importantes, a veces los factores decisivos en la producción de un resultado, son perdidos enteramente.” (Sherif, 1936, p. 6)

Fritz Heider (1958), otro de los “padres fundadores” de la Psicología social contemporánea, enfatizaba aspectos similares. Tres son los aspectos en los que Heider insiste. En primer lugar, en la preponderancia de la teoría sobre el método: “Nuestro punto es que cada avance definitivo en ciencia requiere un análisis teórico y una clarificación conceptual del problema. Es nuestra creencia que en el campo de las relaciones interpersonales tenemos ya mucho conocimiento empírico y que podemos llegar a un conocimiento sistemático y a experimentos cruciales másrápidamente intentando clarificar la teoría” (p. 4) 3

En otra línea de desarrollo, el mismo Sherif en su famosísimo experimento de la cueva de los ladrones (Sherif et al., 1988) apuesta por una síntesis del método experimental y la observación etnográfica que Campbell (1988) ha llamado “Antropología experimental” y pragmáticamente se adelantó varias décadas al intenso debate metodológico que hoy se vive en el conjunto de las ciencias sociales y, muy particularmente, en la Psicología social.

En segundo lugar, en la contribución que el sentido común puede hacer al desarrollo del conocimiento científico:

“La psicología científica tiene mucho que aprender de la psicología de sentido común. En las relaciones interpersonales, quizás más que en ningún otro campo de conocimiento, conceptos fructíferos y presentimientos para hipótesis se encuentran dormidos y no formulados en lo que conocemos intuitivamente.” (Heider, 1958, pp. 5-6)

En tercer lugar, la consideración del lenguaje como herramienta conceptual:

“El hecho de que somos capaces de describirnos a nosotros mismos y a otra gente en lenguaje cotidiano significa que esto expresa más de lo que hemos llamado psicología ingenua. Este lenguaje nos sirve bien, por esto tiene una infinita flexibilidad y contiene un gran número de conceptos generales que simbolizan experiencias con el entorno físico y social. Después de todo es este lenguaje no científico, cotidiano, el que ha servido como herramienta a los escritores en sus representaciones del comportamiento humano.” (Heider, 1958, p. 7) Pero este no pretende ser un mero paréntesis nostálgico de paseo por el pasado, al contrario, quiere ser visto como un argumento de autoridad – no en vano sus representantes gozan del prestigio no cuestionado de ser “padres de la Psicología social”, y como una fuente de inspiración para restaurar un talante en la Psicología social más coherente con los resultados de la crisis. Regresemos ahora a la actualidad para acabar por dibujar la urdimbre y la trama de una Psicología social como crítica.
Fuente:


http://www.psicorip.org/Resumos/PerP/RIP/RIP036a0/RIP03717.pdf

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